Las presiones del mundo exterior te invitan a resolver problemas y a enfrentar nuevas situaciones.
¿Cómo impacta la intranquilidad en tu salud?
No es lo mismo ocuparse que preocuparse. Cuando tomas las riendas ante determinadas situaciones de tu vida, te estás ocupando. Por el contrario, cuando tu mente se anticipa a todo lo que tenes que resolver, estás preocupándote. La diferencia entre ambas actitudes es muy importante. Una te conduce al accionar y la otra te empuja al malestar.
El exceso de preocupación puede ocasionarte niveles de tensión y ansiedad no deseados.
¿Qué cosas te preocupan?
Hacé una lista de todo aquello que te genere inquietud. Al lado de cada problema, escribí las soluciones concretas que están a tu alcance para resolverlo. Seguramente encontrarás que algunas cuestiones requieren de mayor tiempo, paciencia, ahorro o esfuerzo. El hecho es que la preocupación excesiva carece de sentido práctico y aumenta el estrés. Es decir, la tensión de tus músculos y el uso ineficaz de tu energía mental. Cuando tu mente se posa sobre algún asunto irresuelto y tu cabeza da vueltas sobre el mismo tema una y otra vez, significa que te estás preocupando demasiado. El
impacto en tu salud puede traer aparejada la disminución de tus capacidades cognitivas así como sentimientos de temor, impotencia, bronca y enojo.
¿Cómo evitar este panorama?
A continuación te ofrecemos algunas claves.
Tomando el control
El primer paso requiere de tu esfuerzo personal para no sobredimensionar el estado de las cosas. Jerarquizá, simplificá, observá el problema y en lugar de preocuparte, cambiá el enfoque y ocupate. Explorá soluciones alternativas y luego olvidate por un rato. Cuando pongas en práctica esto que parece difícil, verás con qué facilidad te acostumbrás a crear nuevos patrones mentales.
Los hábitos mentales son las llaves que abren y cierran las puertas de tu felicidad. Dale prioridad a la acción y no a la preocupación. Cambiá tu chip mental. Aun cuando te encuentres muy preocupada, utilizá esa energía para realizar alguna actividad que te produzca satisfacción: bailar, cantar, programar un encuentro con amigas, salir a dar un paseo o reorganizar tu guardarropas. Entrar en acción te ayudará a despejarte y ganar en salud y bienestar.
Mantener el orden, aprender a decir NO, planificar mejor tus tiempos y darle la relevancia merecida a los temas que te aquejan son las claves para evitar que la ansiedad opaque tu vida cotidiana y agote tus reservas de energía. Apostá por la salud, la alimentación balanceada y la práctica de actividad física. Estos son tus mejores aliados y siempre deberás honrarlos.
La neurociencia ha logrado comprobar que podés ser más creativa.
¿La fórmula?
Simple: desocupar la cabeza y cambiar los hábitos.
Ana Kerman - Antropóloga - Content Producer & Community Manager
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